LA FAMA DEL JURISTA


De los grandes juristas se piensa que, por lo general han construido su fama a lo largo de su carrera, debido a su pericia en el manejo de la profesión del Derecho, un conjunto de muchas cosas, entre ellos: constancia, sacrificio y disciplina; sin embargo, hay veces que no es tan así.

El derecho a la defensa y a la contradicción lo puede ejercer cualquier persona desde el ámbito en particular que desea proteger, y la cultura ha enseñado que definitivamente son los abogados los mejores para propiciar esta práctica especializada, por su formación en los saberes de la ley.

Sin embargo, hay que decirlo, como sin equívoco valdría decir que también es entendido, los derechos fundamentales no tienen etiqueta, en el sentido de que se supone que su diseño no está determinado para el uso de ciertas personas, no, la defensa y la contradicción son derechos, además, universales, que endilgan la capacidad a todo ser humano en cualquier parte del mundo para disponer de su materialización cuando así lo estime conveniente, así está dispuesto en la Constitución Política de Colombia de 1991, artículo 29: “(…) Quien sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la asistencia de un abogado escogido por él, o de oficio, durante la investigación y el juzgamiento (…)”.

No obstante, la fama del buen abogado no se construye sola, depende de un trabajo en equipo, el cual se forma casi siempre desde su génesis por la “jugada” que permite un buen cliente. Así mismo, aquí existe una regla proporcional, que podría plantearse en los siguientes términos, el buen resultado de un buen litigio, es el resultado de un buen equipo, que inicialmente estará estructurado por un buen cliente y abogado, sin estos, el trabajo de este último no solo sería más dispendioso, sino que además, seguramente, carecerá de mejores resultados. No digo que no se pueda ganar, digo que siempre, con óptimas condiciones, se puede ganar más.

La connotación etimológica de la palabra abogado está ligada a su raíz griega «Parákleto», que no es más que aquel que tiene el don de defender, consolar y guiar al que lo necesite, siempre y cuando, goce con la complacencia de que el necesitado disponga de toda su voluntad para que así sea, esto requiere por parte de este, de toda entereza en la entrega de la información, determinación para proceder, y absoluta concentración tanto en la litis como en la meta que se pretende a través de esta. Repito, en ocasiones, la fama del jurista es gracias al cliente.

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